viernes, 29 de agosto de 2014

     ¿Nunca habéis tenido que escribir una  historia para clase y no teníais inspiración?
     A mí sí me ha pasado esta vez. En mi instituto tenemos un concurso de relatos de invierno, pero el problema es que es de obligatoria participación para todos los estudiantes y con la cantidad de exámenes que nos ponen se nos hace imposible tener tiempo para escribir un buen relato. 
     Por eso pensé en presentar este relato, aún sin nombre, pero ya tienen nota de él así que no vale jejej
     Bueno, aquí os dejo la historia, espero os guste y si se os ocurre algún título ya sabéis, a comentar :D
     Ahora sí que sí, aquí os dejo algo para leer:

     Aquel bello día de Agosto en el cual al fin regresaba a casa, después de unos años de estudio continuo en los que apenas tenía tiempo para venir en vacaciones en viajes cortos. Iba por las carreteras que tantas veces habían visto mis ojos, ya cuando era pequeña asomaba la cabeza por la ventanilla del coche al pasar por esos montes verdes para observar a los árboles danzar y escaparse de mi vista, que, traviesa, jugaba imaginando animales y formas inimaginables en aquellas peculiares nubes que a mí me fascinaban. Apenas unas horas que había desde mi casa hasta aquel lugar que tanto me gusta, aunque a mí las horas en aquel vehículo se me hacían eternas comparadas con la rapidez con que transcurrían los meses de verano que pasaba allí con mis amigos.
     Siempre creí que aquel lugar prevalecería en mi memoria por más años que pasaran como una llama ardiente que nunca se apaga; pero no sólo el lugar me atraía, también había mucha gente que pasó por mi vida durante estos felices años, estos se convirtieron en amigos que nunca olvidaré. Unos pasaron de largo, otros me hicieron compañía durante un tiempo, pero había otros, los más importantes, que quedan en mi memoria como unos recuerdos nítidos, los cuales conseguí ver y mantener el contacto durante casi toda mi vida.
     Todos excepto uno, aquella persona con quien compartí risas, momentos fantásticos ya fueran a solas en la playa o con todos nuestros amigos; aquel gran amigo que permaneció en mis sueños desde que era apenas una cría, mi primer amor, un amor de verano que quedó en el olvido.
     A esa persona tan especial le perdí el rastro hace años pero aún mantenía la esperanza de poder encontrarlo, ver cómo estaba, saber que estaba bien, acabar con la ilusión de poder estar juntos, con la incertidumbre de no saber si pudo haber algo entre nosotros...
     Con todos estos pensamientos en mente decidí hacer una pequeña pausa para ver de nuevo el lugar que conoció mi infancia.
     Dejó el coche justo a la entrada de la playa, una gran suerte teniendo en cuenta la cantidad de gente que había allí en aquella época.
      Ya decidida y disfrutando del bonito paisaje, viendo cómo rompían las olas contra las rocas, aquellos árboles que tantas veces observó al amanecer, con sus brillos rojizos; bajó a la playa donde se descalzó para dar un lento paseo por la playa que tantas veces habían recorrido. Tanto ellos juntos como por separado; para ambos ésta era la mejor forma de relajarse y olvidar los problemas. Cogió el móvil, se puso los cascos y comenzó a pasear.
      Cuando iba caminando distraída chocó con alguien por accidente y rápidamente se levantó para disculparse pero cuando se dispuso a hacerlo reconoció en su rostro unos rasgos que le resultaron extrañamente familiares. Ambos sintieron lo mismo pues en sus rostros se vieron reflejadas la perplejidad y la alegría de ver una cara conocida después de tantos años.

      -¡¿Jara?!
      -¡¿Álvaro?!- Dijo mientras le daba un fuerte abrazo impulsada por la emoción del momento-. -
      ¿Cómo es que estás por aquí? ¡Cuánto tiempo!
      -Venía de camino a casa y decidí pararme a recordar, ¿y tú? ¿Qué has hecho estos últimos años?
      -Ah, qué bien, tendrías que venir más a menudo- dijo a la vez que intentaba controlar su alegría-, pues yo vivo cerca de aquí y suelo venir los fines de semana a pasar las tardes. Terminé este año los estudios y, por lo que veo, tú también, ¿no? ¿Piensas quedarte por un tiempo?
      -Sí, ya acabé este año y volvía a casa por vacaciones y para decidir si quedarme o seguir trabajando en Alemania.
      -¿Alemania? ¡¿Lo conseguiste?! ¡Cuánto me alegro!
      -Sí, lo conseguí- Pasó un rato incómodo hasta que él se decidió a hablar-.
      -¿Vienes a darte un baño?
      -Vale- una sonrisa inundó su rostro-, un momento que deje la ropa en la toalla. ¿Una carrera por los viejos tiempos?
      -Vale, 1, 2 y 3...

      Ya en el agua no pararon de charlar, salpicarse, intentando hundirse entre risas y recuerdos que aún guardaban en sus corazones. Así, como los niños que vivieron su juventud juntos, pasaron la tarde más feliz desde hacía años.
      Pasadas unas horas paseando por la orilla se detuvieron en unas rocas donde compartieron asiento viendo cómo caía la tarde y el Sol se reflejaba en el agua limpia y brillante del mar que conoció gran parte de su historia juntos.
      Allí, donde todo empezó. Parecía que el destino les daba una nueva oportunidad; sin saber qué ocurriría se observaban el uno al otro esperando que alguna palabra saliera de la boca del otro.

      Ella se encontraba sentada a su lado al fin, como tantas otras veces quiso repetir; aquellas tardes en las cuales veían ponerse el Sol bajo las rocas en el horizonte. Sus sentimientos hacia la mujer que tenía a su lado habían ido creciendo con el paso del tiempo. Con cada sonrisa, cada palabra, cada mirada tierna, cada recuerdo que le venía a la mente; esa persona que jamás pudo olvidar. Y pensar que todo comenzó con una gran amistad de dos niños que soñaban juntos, viviendo aventuras como dos enamorados en secreto. Le entraban escalofríos sólo de pensar que ésta podría ser la última oportunidad para hacérselo saber.

      Al final lo tenía delante. Aquella cabeza mojada que quedaba iluminada por la tenue luz de aquel Sol que poco a poco se escondía fundiéndose en uno con el mar en el horizonte, con la que tanto había soñado y a la que había llorado y perdido tantas veces. Pero esta vez no sería así; no se permitiría perderlo de nuevo. Él era su gran amor, la persona a la que tanto amó y a la que quiere tener a su lado por el resto de su vida. Esta vez se lo iba a demostrar, estaba decidida a hacerlo.

      Inmersos en sus pensamientos giraron sus cabezas para mirarse y sus rostros quedaron a escasos centímetros, tan cerca que ésto les hizo volver a la realidad. Ambos se sonrojaron pero no se apartaron el uno del otro, al contrario, llevados por sus profundos sentimientos y el gran afán de demostrarse su amor se besaron sin necesidad de palabra alguna para expresar sus sentimientos a la luz de el Sol poniente y la Luna que ya salía.
      Juntos finalmente para el resto de sus vidas, si el destino lo permitía.

No hay comentarios: